LAS VACUNAS CONTRA EL COVID-19

Un medicamento si no está probado no se puede administrar y yo me pregunto, ¿están probadas estas mal llamadas vacunas?, que en realidad son terapias génicas, confeccionadas a prisa y corriendo, sin respetar los plazos, son terapias experimentales sólo probadas en muestras y que a falta de un mayor rigor científico, han tenido que hacer una ley de urgencias para poder ponerlas en circulación sin que sea ilegal y sin la cual no se hubiese permitido, por no cumplir con los requisitos de los medicamentos. Con unos certificados y contratos llenos de tachones y sin trasparencia, con las farmacéuticas que no se hacen responsables de los efectos secundarios, con personas que se han infectado después de serle aplicadas las dos dosis, e incluso que han muerto, por lo tanto que no inmunizan. No será que todo es un negocio, que la vida de las personas les importan bien poco tanto al NOM como a los gobiernos títeres y que como dice el doctor Juan Fueyo, neurólogo del centro oncológico MD Anderson de Houston y autor del libro Viral, es muy posible que estos virus asesinen a tres mil quinientos millones de personas en los próximos diez años. ¿No será que a la globalización les sobran estos seres humanos y quieren hacer limpieza? Ahí lo dejo.

Mientras tanto, los investigadores españoles mendigando que les subvencionen para poder terminar un antiviral, la Plitidepsina (Aplidin) que se ha demostrado es cien veces más potente que el Remdesivir y el profesor Luis Enjuanes su vacuna esterilizante con la que sólo se necesita una dosis por vía nasal y que al inhibir la proteína celular que favorece que el virus entre en la célula, crea una barrera en la mucosa que evita la infección, sin tocar el ARN.

Como dijo Einstein, solo hay dos cosas infinitas, la estupidez humana y el universo y de este último no estoy seguro, yo digo que la estupidez de este gobierno es más que infinita, porque teniendo la solución en casa la busca fuera, a no ser que sea por el interés y entonces, además, no sólo es estúpido sino sinvergüenza, por no decir otra cosa peor.